jueves, 2 de junio de 2022

ESCRITORA GABRIELA LUZZI PRESENTÓ SU LIBRO EL RESTO DE LOS SERES VIVOS EN LA 46 FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES

 




En la 46 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires la escritora, poeta Gabriela Luzzi  con mucha felicidad nos presenta y nos  recomienda   los    veinte cuentos cortos que componen “El Resto de los Seres Vivos” libro  de cuentos publicado el año 2016 por la editorial Conejos  describiendo    la obra que funcionan en otra geografía, dónde la fantasía y lo onírico irrumpen, alterando la lógica de la casualidad real, sin descomponerla del todo. Los veinte cuentos de Gabriela Luzzi  se leen con mucha facilidad y es inevitable dejarse llevar por su sonoridad, sus climas, los sentires en esos retazos  de vías cercanas y un poco incomprensibles que cautivan por un rato. Cada historia quedan suspendidas en el aire, en el tiempo, por eso dejan la sensación de que en cualquier momento, en cualquier lugar, nos vamos a volver a encontrar con los personajes de este libro.

Por otro lado    la crítica literaria de la  prensa escrita del diario de Página 12 resalta  a Gabriela Luzzi,    sin lugar a dudas, cómo  una de las nuevas escritoras más interesantes  de la actualidad  en referencia al libro El resto de los seres vivos, los  20 cuentos   bien   podrían ser la historia de cualquier barrio durante un día, donde es posible que  al mismo tiempo una mujer pueda introducirse de lleno en cada recuerdo de su infancia, donde conviven distintos relatos mezclando lo cotidianidad con lo extraño de una manera natural como el paso diferente del tiempo que los envuelve y que en esas historias sucedieran quizás en un barrio o varios con sus  similitudes, con esos aires y estilo de frescura contados como si fueran al pasar o en esas casualidades que transcurren en los días calmos, de sensaciones y emociones diversas,  que mezclan lo cotidiano con lo extraño de una manera tan natural como el paso indiferente del tiempo que los envuelve, como si las historias sucedieran de manera simultánea en el mismo barrio. 

Gabriela Luzzi nació en Rawson, provincia de Chubut, el 6 de mayo de 1974,  reside en Buenos Aires. Es editora y dirige la editorial Paisanita desde el año 2013, integra actualmente el colectivo de editoriales la Coop. Administra el blog los escritos vuelan (htpp://losescritosvuelan.blogspot.com.ar).

Obras: Libros. Televisores, relatos breves, editorial Caleta Olivia (2020). El resto de los seres vivos, cuento, editorial Conejos (2016). Poemas: Warnes, editorial Eloísa Cartonera (2016). Un alhajero sin terminar, editorial Santos Locos (2016), Liebre, una plaqueta de poesía, editorial Vox (2015), sus poemas integran las antologías 9, Textos intrusos (2012), Vivan los putos, editorial Eloísa Cartonera (2013). Algunos poemas parten de la antología 53/70, Poesía argentina del siglo XX, Rosario 2015. Las novelitas: La enfermedad, en la colección "ler es Futuro" del Ministerio de Cultura de la Nación (2015) y Garfunkel, editorial Eloísa Cartonera (2014). Libro de cuentos, La reina de los duraznitos fue una de las obras destacadas del III Concurso de Narrativa Eugenio Cambaceres, 2012, para autores noveles, Textos suyos forman parte de numerosas antologías. Colabora con el Seminario de Poesía Latinoamericana de la Universidad Nacional de Avellaneda. 

EL RESTO DE LOS SERES VIVOS Y SU VEINTE CUENTOS CORTOS. Romper la casa, Cabello de ángel, Banquito, Tony, Otro camino, Gente muy habilidosa, La novela, Lo más rico, Nada de malo. Lapiceras, El agua de la bañadera, Esquiladores, Un punk no entra a clase, Papá, La cheka, La pelota de fútbol, Una carga extra, Las tres mesas, Porotos, Mi tercer marido.

ROMPER LA CASA. (Primer cuento)  No le comparamos regalo. Ni dijimos nada. No hubo disculpas por haber llegado con las manos vacías, Ni promesas de que al siguiente fin de semana el llevaríamos algo. Habían preparado ravioles con tuco, y aparte, pollo al horno y cerdo. De postre, helado y budín de pan, Cuando nos sentamos a la mesa nos dimos cuenta de que había un plato nada más.

Mientas comíamos hablamos del  precio del gas, del agua. De la luz y de la comida. También del pasatiempo de ellos. Él alimentaba palomas y ella perros de la calle.

Todas las semanas, él iba a una panadería que le regalaba restos de pan, se ocupaba de dividirlos y desmigajarlos. Una vez al día bajaba, caminaba hasta cruzar el parque que rodeaba el edificio y alimentaba a las palomas. Siempre a la misma hora. Los días que se atrasaba, las palomas sobrevolaban en la ventana del departamento. Como si  supera donde vivía el hombre que les daba las migas de pan. Mientras lo contaba una paloma se paró  en el alero de la ventana. Ahí está una, ¿ven?, dijo ella.

Las perras que ella alimentaba eran cinco. Estaban viejas, gordas, con el pelo opaco y apelmazado. Había una negra. Otra enana. Las demás eran como perras policía, pero de color amarillo. Los sábados a la mañana ella iba a una carnicería que quedaba a dos cuadras y compraba siete kilos de carcasas de pollo. Semana de por medio, la señora de la carnicería, se las regalaba. Contó que hervían las carcasas y las guardaba en la heladera, que era muy importante hervirlas para que las perras no se acostumbrasen  a comer carne cruda, porque hay gente que pueda darle carne envenenada, o con vidrio molido. Después iba sacando porciones, las picaba en una bolsa y se las llevaba. A veces les mezclaba un poco de arroz. Hay  una que sólo come cogotitos, dijo, y cuando las demás vecinas les tiraban pan, ninguna lo comía. También contó  que cuando bajaba, las perras ya la estaban esperando. Ella iba hasta el arenero y se sentaba en el paredón. Durante el trayecto las perras corrían por la avenida ladrando a los autos. Si no conseguía las carcasas tenía que ir  a otra carnicería que quedaba cerca del barrio naval, pero ene sa se veía en la obligación de comparar algún  corte más para que no la miraran con mala cara. Las perras la seguían, corriendo y ladrando a los autos, por eso, cuando  iba a la otra carnicería, por miedo a que pisara un auto, daba toda una vuelta y salía a escondidas.

Él dijo que tenía que ponerle un freno a su mujer porque esas perras estaban muy malcriadas. Que si no le ponía el freno pronto íbamos a tener que servir. Qué además las perras se podían poner bravas de tanto consentirlas y el día que no se le diera lo que ellas querían iban a romper todo.

Que ya verían cómo seguía esa historia de hervir las carcasas y alimentar a las perras cuando llegara la nueva voltea de gas.

Nos acercamos a la ventana. Una paloma flotaba a la misma altura que nuestros ojos.

Después de almorzar  tomamos mate, miramos fotos de cumpleaños, de bautismos y de vacaciones. Ella trajo una bandeja con porciones de torta de ricota y alfajores de chocolate.

Cuando estábamos por irnos sacó de la heladera dos paltas y una bandeja de verduras picadas y nos pidió que las llevaríamos. Dijo que una vecina le había regalado varias bandejas con verduras y palta de un árbol de su hermano, y ellos no podían comer tanto, que las lleváramos antes de que a todo se echara a perder.  (de las páginas 9, 10 y 11)

 

Fuente: El Blog de Miguel Ángel Bayona.  https://miguelangelbayonaelias.blogspot.com/2022/05/escritora-gabriela-luzzi-y-su-libro-el.html


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