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sábado, 15 de septiembre de 2012

PALPA LA DULCE DOÑA PALMIRA Y SUS LIMONES RELLENOS MANJAR DE LOS DIOSES





Imagen de Bruce's Restobar


Palpa me sabe a Perú, me sabe a Palmira, sus limones rellenos, manjar de los dioses. Fragmento III de la Poesía "Palpa me sabe a Perú" 


Por Miguel Ángel Bayona Elías



Comparto con ustedes una excelente  publicación del diario el Comercio.pe quién en su página del Internet nos ha sumergido en el laberinto imaginario del tiempo,  con gratos   recuerdos de este manjar digno de los Dioses, estamos hablando    de los  dulces mas deliciosos que tiene nuestra provincia de Palpa,    "Los Limones Rellenos" cuya dueña de esa dulce inspiración es  nuestra tía Palmira Lainez  que cariñosamente solíamos llamarla así, ahora, sus hijos   Alberto Rejas Lainez de apodo  Chinga  y Churrín, apegado a la tradición familiar    continúan  realizando aquella receta magistral, como también el típico  manjar blanco y otras especialidades  de su madre recordada, querida por todo los lugareños, además   que reciben pedidos de la capital Limeña como de nuestra   Región de Ica, vale destacar que  nuestra otra tía de cariño, María Paz Herrera se esta dedicando a la preparación  de aquella  tradición de los  dulces,  atendiendo   en la calle Lima N° 151 y   hace entrega a domicilio en toda nuestra provincia, como    en ICA, sus sobrinos, Jorge Alejandro  e Ivan  Rogelio Buendía,   lo vienen    promocionando  a full y esta en venta para el deleite como postre principal en el local de "Bruce's Restobar" ubicado en Urbanización Puente Blanco Primera Etapa I-10 - ICA,  Teléfono: 56-601230 / Celular: 991663193No hay duda alguna que todo queda en familia. ¡Que rico! 
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Por: El Comercio.pe / MARTES 11 DE SEPTIEMBRE DEL 2012

Palpa, donde se hacen unos postres únicos en el Perú.

Palpa la dulce


Estoy cerca de Nasca, a unos 60 kilómetros. Después de recorrer la ciudad perdida de Huayurí y visitar el huarango milenario, del que unos dicen que ha muerto y otros que alguna de sus ramas sigue viva, me dirijo a Palpa. Paso unos pequeños y áridos cerros de piedra blanca, desde cuya abra algunos se lanzan con skate, y entro a un valle amplio, verde y cálido en el que destacan varias mesetas rojizas.
Palpa es el hermano pequeño de Nasca, un lugar al que rara vez llegan los viajeros, aunque es de esos sitios que cobija tesoros por todas sus esquinas y para todos los gustos. A 10 kilómetros de la carretera principal se encuentran varias montañas repletas de petroglifos, los de Chichictara, las líneas y geoglifos que hay en las mesetas palpeñas son un buen complemento para lo que observamos en Nasca, y relativamente cerca de ese lugar, en el valle de Ingenio, dos iglesias jesuitas, San José y San Javier, resisten, abandonadas, el paso del tiempo, reflejo de la época de esplendor de las haciendas.

De Palpa también se llega a Puerto Caballa, un buen viaje en el que algunos toman la tangente para recorrer, con areneros o camionetas 4x4, las dunas del desierto, llegar a la playa, hacer un campamento y, a la luz de las estrellas, comer los lenguados que horas antes han sacado del Pacífico. Y este es uno de los fuertes de Palpa: la comida. Esta ciudad siempre ha destacado por sus naranjas y sus camarones. 

Las primeras están siendo reemplazadas por el cultivo del mango, aunque se pueden encontrar en los puestos de fruta que hay junto a la Panamericana Sur, y en el mercado del lugar, y los camarones se pueden comer, en todas sus formas, en alguno de los restaurantes de carretera que tiene Palpa, como el Claudia.

Con ellos, con las naranjas, las toronjas y los limones, se hace unos postres que no he encontrado en otro lugar del Perú, aunque sé que también se sirven en el Club Nacional de Lima. Durante ocho días, María Paz, en una tradición culinaria heredada de la abuela y la bisabuela, cocina esas frutas de las que obtiene las cáscaras perfectas y dulces que rellena con manjar blanco, también preparado por ella. Además, elabora machacado de mango y frijol colado que hacen las delicias de mi desayuno.

Cerca de María Paz se encuentra la panadería El Triunfo. En una de sus repisas hay decenas, cientos de bolsas plásticas en cuyo interior se aprecian galletitas redondas de agua. 

Nunca he sido muy aficionado a este tipo de galleta de soda, que las encuentro insípidas, hasta encontrar las de El Triunfo, una mezcla de sabores que incluyen ahumados, anís y harinas. Un complemento ideal para seguir recorriendo las carreteras del Sur.

Recetas, como tantas otras que se encuentran en los caminos del Perú, que por el esfuerzo que lleva su preparación y el poco mercado que existe, quizá desaparezcan con el tiempo. Pero, como los petroglifos incrustados en las rocas, seguirán en mi recuerdo por los ricos sabores que acompañan a mi viaje.