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martes, 2 de julio de 2013

PALPA Y EL VALLE DE RÍO GRANDE por El Comercio.pe/turismo


El valle de Palpa se presenta soleado, cálido y rico en agricultura (Foto: Iñigo Maneiro)

Palpa, el valle de Río Grande

Aislada por cerros y dunas, esta localidad se asoma generosa en sabores, naturaleza y arqueología, sacándole la vuelta al desierto y transformándolo

Por: IÑIGO MANEIRO

Oasis es una palabra que viene del egipcio que significa lugar fértil. También se refiere al sitio de descanso, tregua y refugio. Desde su parte alta, donde se encuentra el geoglifo del Reloj Solar, dos enormes espirales junto a unos rectángulos dibujados en una pampa pedregosa, el valle de Palpa, parece un oasis. Rodeado de cerros pelados y dunas, el valle, cruzado por el Río Grande, es verde y punteado de amarillo por el color de los cítricos que en él se cultivan. Hay mangos, maíz, hortalizas, algodón, que crecen bajo un clima cálido y limpio.

El Reloj Solar forma parte de un conjunto mayor de líneas que cubren las llanuras del desierto. Son anteriores a las de Nasca, y en ellas es posible observar dibujos de plantas, personas, símbolos y animales, en los sobrevuelos que se ofrecen en avioneta.

Antes de entrar en Palpa, te recibe un huarango milenario y retorcido que, solitario en la mitad del desierto, parece que se arrastra sobre la arena formando sombras caprichosas según la posición del sol. Los lugareños aseguran que sigue vivo a pesar de tener más dos mil años. Más allá, a través de un camino que nace en ese árbol formidable y escondida entre más cerros pelados, se encuentra la ciudad perdida de Huayurí. En ella, todavía resisten algunos muros, caminos, plazas y terrazas hechas con piedra. También, desde esta parte alta, Palpa parece un oasis.

DULCES Y DIBUJOS

La localidad reconocida por sus cítricos se encuentra a la altura del kilómetro 390 de la Panamericana Sur, 60 kilómetros antes de llegar a Nasca. La carretera la atraviesa en dos partes, en las cuales se encuentran varios de los mejores lugares para comer sobre todo camarón y los famosos dulces de Palpa.

Algunas mujeres, como María Herrera, todavía conservan la tradición de cocinar, durante horas, limones, toronjas y naranjas, para después vaciarlos y rellenar sus cáscaras con dulce de leche. Lo realizan en sus casas, muy cerca de la Plaza de Armas.

También producen panes, mermeladas y dulces de ciruela que siempre resultan un buen acompañante para el viaje.

A 10 kilómetros de la plaza se encuentra uno de los principales sitios de interés de Palpa: los petroglifos de Chichictara.

En la parte alta de los cerros y a lo largo de ellos, la piedra caliza acoge formas geométricas y dibujos zoomorfos y antropomorfos de una antigüedad cercana a los dos mil años.

Palpa es un oasis no solo porque su tierra es fértil y su comida es generosa, también porque en los cerros pelados que la rodean viven árboles milenarios, las piedras están adornadas de dibujos y colores, y en sus arenas y riberas se asentaron antiguas culturas que supieron aprovechar lo que la naturaleza creó en este valle grande.
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(*) Foto de "Líneas de Palpa",  del Facebook de Palpabaires Residentes en Argentina. https://www.facebook.com/palpabaires.residentesenargentina